martes, 25 de diciembre de 2007

A nosotros nos corresponde realizar el Principado de la Paz


Pues nos ha nacido un niño, un Hijo nos ha
sido dado, y sobre sus hombros recaerá la
soberanía y por su nombre será llamado:
Maravilloso, Consejero, Dios Todopoderoso,
Padre Eterno, Príncipe de la Paz
(Isaías, 9, 6)






For unto us a Child is born, unto us a Son is
given, and the goverment shall be upon His
shoulder, and His Name shall be called: Wonderful,
Counsellor, The Mighty God, The Everlasting
Father, The Prince of Peace!(Isaías, 9, 6)


Y su rostro es el de todos nosotros. "Creó Dios al hombre a imagen suya: a imagen de Dios le creó, los creó varón y hembra" (Gén. 1, 27).

viernes, 21 de diciembre de 2007

Sigamos por el camino de baldosas amarillas esta Navidad y el próximo año 2008. Amig@s tod@s.







Como Dorothy, el personaje interpretado por la genial Judy Garland en la película de El Mago de Oz, comencé este camino de baldosas amarillas de la blogosfera, hacia una fantástica y esperanzadora Ciudad Esmeralda; ella, buscando al Mago para volver a su casa; y yo, en un sentido inverso, saliendo de mi solipsismo e intentar encontrarme un poco con los demás. A petición de un amigo y como penitencia por mi fatal y estúpida misoginia he elegido hoy transformarme en Dorothy.

Con los chapines de rubí de mi escaso cerebro, mi cerrado corazón y mi poca valentía, he intentado hallar personas con sesera, pues ya me fatiga contemplar tanto hombre de paja; también, semejantes con sentimiento, pues me apesadumbra tanto hombre de estaño; e individuos con coraje, y es que necesitamos leones que no sean cobardes ante los problemas. He hallado muchas inteligencias, mucha afectividad y mucha energía. Y en algunos casos, lo que es mejor; reunidas en una misma persona. Y, créanme, no soy demasiado exigente; me conformo con sólo uno de esos atributos en ausencia de los restantes.
Como Dorothy me pregunto si seré digno de que el Gran Mago de Oz me ayude como contrapartida a haber superado la prueba de la dignidad blogosférica; y todo esto aún a sabiendas de que el Gran Mago en sí es una especie de ilusión.
Pero el caso es que con vuestro concurso, con vuestras ilusiones y mis carencias, hemos construído una gran baldosa amarilla. Justo la que preside esta entrada, que es un hito a la gran Ciudad Esmeralda. Gracias a todos y a todas; y felicidades a todos y a todas; ya sea solsticio de invierno, hanuka o navidad; pero que os encontréis vosotros y vosotras, y os reconozcáis también en los demás.
Y como estas fechas se prestan un tanto a hacer el ganso. Pues yo también me sumo haciendo de duendecillo navideño; aunque sospecho que suelo realizar gansadas, más veces de lo aconsejable. Pero no obstante un poco de risa viene bien (la culpa de todo esto la tiene la genial Maripuchi); que ya va para dos veces que me inspira estas ocurrencias:

lunes, 17 de diciembre de 2007

No sólo la Navidad es tiempo de amar.


El Entierro del Conde de Orgaz. El Greco. 1556-58. Iglesia de Sto. Tomé. Toledo.
En este cuadro aparecen sosteniendo el cadáver del Conde, el protomártir Esteban y Agustín de Hipona; el primero a la izquierda y el segundo a la derecha.
«Corregir a los indisciplinados, confortar a los pusilánimes, sostener a los débiles, refutar a los adversarios, guardarse de los insidiosos, instruir a los ignorantes, estimular a los indolentes, aplacar a los pendencieros, moderar a los ambiciosos, animar a los desalentados, apaciguar a los contendientes, ayudar a los pobres, liberar a los oprimidos, mostrar aprobación a los buenos, tolerar a los malos y [¡pobre de mí!] amar a todos». «Es el Evangelio lo que me asusta. (San Agustín).
A mí, sinceramente, también me asusta.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Caleidoscopio madrileño II.

¡Pero que raro se me hace observar el radiador que sale de la pared!
La radio me sirve normalmente de acompañante matutino. Pero hace ya tiempo que hoteles y hostales se han rendido a la televisión; me adapto y pongo un canal de noticias que parece un disco rayado porque no hacen más que repetir cuatro sucesos que no me interesan nada.
La radio de las primeras horas del día semeja desde hace tiempo una pelea de perros; y uno la oye en su tranquilidad como el que ve arreciar fuertemente la lluvia desde su ventana, seguro de no mojarse. Las barbaridades que se escuchan me hacen reir, aunque a veces pienso que no son nada caritativas y que hay gentes que se creen todo a pies juntillas.
En recepción está el hijo del dueño; afortunadamente no es socarrón como el padre. Tiene cara de seminarista; piel inmaculada, gafas con una montura soberbia de concha, sonrisa breve autocontenida y lleva un jersey beis a modo de chaqueta. Alterna el salón estar, donde está conectado a internet, con el mostrador de atención a los clientes. ¡Ahora comprendo el blanco marfil de su cutis!: También está en una especie de clausura, siquiera sea secular.
¡Vaya con la Gran Vía; sería mejor llamarla la Gran Fría!
Un hombre sin desayunar es un mamífero extremadamente vulnerable. Veo que son las 09.00 horas y ya está la gente haciendo cola para comprar la lotería de la Administración de Dª.Manolita que abre a las 09.30.

¡A desayunar!. En mi interior desapruebo esta espera en fila para un objeto tan absurdo. Zumo de naranja (aunque no he visto que lo expriman al instante; ¡tongo!). Café con leche y como aquí no hay la variedad universal de tostadas de mi tierra, me conformo con una berlina inundada de crema en el centro, que al final me disgusta por empalagosa.

¡Pero qué ciudad ésta. Hasta los churros los sirven fríos!.

A uno en provincias lo conocen en la cafetería, no hace falta ni que diga lo que quiere y cómo lo quiere; y además te ofrecen la prensa de tu gusto.

El juicio moral sobre la lotería me lo tengo que aplicar ahora a mí mismo. Tengo un encargo de compañeros de adquirir (y los quiero hacer felices con el estampillado de la celebérrima Dª. Manola); así que me alisto en esta masa esperanzada en lo material. Les confieso que me da algo de vergüenza y estoy casi por irme; sobretodo cuando pasan los autobuses turísticos y el guía les señala la legión que aguarda en esta espera tan frívola. Me asalta la duda de lo que pensaran de nosotros. Sinceramente no me hallo aquí. Y total: si yo no ansío nada material más allá de procurar una subsistencia básica. Supongo que si me tocan los 300.000 euros del décimo que aparto para mí, tendré que hacer obras de caridad.

Delante mía están dos eslavas orondas y sonrojadas como una manzana. ¿Seguro que Willenford está en Austria?. Yo me creo que está en Ucrania o en Rusia; porque estas Venus esteatopígicas son idénticas a las del neolítico. ¡El futuro de la natalidad en España descansa en estas grandes matronas rusas!.

Conforme me acerco a la ventanilla, observo que al lado de las escaleras de acceso hay sentado un hombre que tiene mutilado el brazo derecho un poco más arriba del codo. Exhibe su muñón morado a la concurrencia, que sin duda estamos algo mutilados espiritualmente para seguir allí y compatibilizar nuestro afán con esta visión demoledora de la desgracia . Tiene un gorro de poliéster que le resguarda del frío. Me sobrecoge con su voz gutural de la que sale una especie de mantra repetitivo:

!En el nombre de Dios una ayuda!. !Por Dios una ayuda!.

No me lo puedo quitar de mi pensamiento. Me está pareciendo hasta impúdica mi propia posición. Al final, adquiridos ya los décimos, le echo una limosna porque no puedo hacer otra cosa y me marcho huyendo abochornado.

Cojo un autobús para ir al Palacio de Villahermosa (donde un día tocara el mismísimo Franz List) y donde hoy radica la colección Thyseen.


Una clientela dura. J.George Brown (1831-1913)

Otra vez la infancia. Unos rapaces zalameros frente a una concentrada florista. El pintor J.G.Brown es contemporáneo de Aranda; uno, inglés afincado en Nueva York; y otro, español establecido en Sevilla. A ambos les gusta el tema y hacen un tratamiento similar http://dardo-kerigma.blogspot.com/2007/12/caleidoscopio-madrileo-i.html.

También el pintor norteamericano mira con cariño a estos duendecillos neoyorkinos. Él mismo fue un niño golpeado por la diáspora económica, que le obligó a emigrar a los Estados Unidos. Pero Brown nos deja alguna señal inquietante; sin llegar al extremo de M.Scorsesse en Gangs of New York. Amplíen el cuadro y a ver si son capaces de encontrarla. En el fondo es una denuncia de lo duras que eran las condiciones de los niños y niñas que estaban en la calle; en el Five Points retratado por Scorsesse. A mi Brown me emociona porque descubre la luz en los hijos de los pobres, en los desheredados, en los huérfanos.

No había tenido ocasión de ver el Thyssen completo (incluyendo la colección Carmen Thyssen). Hoy tan criticada Dª Carmen en la polémica sobre el urbanismo del eje Prado-Recoletos; sin duda gracias a su ascendiente sobre su difunto cónyuge, tenemos verdaderos prodigios en el polígono cultural más importante del mundo en cuanto a pintura.

Esta colección, al margen de verderas joyas singulares, tiene una especial virtud pedagógica; porque empieza con los primitivos italianos y termina con lo contemporáneo. ¡Esta mujer ha hecho más por Madrid, que cien Gallardones juntos!.

¡Pero qué rápido pasa el tiempo; y yo sin comer y sin comprar!

He decidido darme un homenaje. Voy a comer a Casa Lhardy. Es mi intención dar buena cuenta de un cocido madrileño como está mandado. Me dice uno de los porteros: Caballero, en estas fechas...hay que reservar con tres días de antelación.

¡Ándele, ándele, ándele! (pienso para mí).

Como premio de consolación entro en la tienda donde disponen de un ambigú para que los clientes puedan degustar las delicias de este establecimiento. Como hace frío me voy al samovar relleno de consomé de caldo de ave (¡Ay, mi cocido!); abro el grifo y me despacho una taza caliente que me sabe a gloria. Entro en calor y me sirvo otra. Pido un emparedado de bonito, cojo un volován relleno de ternera y dos croquetas de pollo. ¡Pero qué bien!. Sólo me ha faltado una copita de Oporto; pero no me apetecía después de tanto líquido. Me dirijo a caja e informo de mi breve pitanza. En este local tienen por cortés norma, dejar a los clientes libertad para andar enredando un poco a su aire. Viendo el local y mi abrigo, estoy como en casa; y recuerdo los años en que con los amigos del Colegio Mayor íbamos al Teatro Real y después nos tomábamos un caldito en este santo lugar secular.

¡Pero como cambia la vida con estas pequeñas cosas!

Debo ir a unos grandes almacenes a comprarme una chaqueta y una bata de estar por casa, que aquí en la Capital tienen más surtido. La chica de la lencería un encanto. No me gusta que me atiendan empleados masculinos en este tema, son demasiado ceremoniosos para algo tan trivial, y me resultan insufribles. Por contra a la hora de comprarme la chaqueta el que me tiene que atender ha de ser del sexo masculino; la pomposidad viene aquí bien; al fin y al cabo es una prenda que se ha de lucir en la calle y no se va a recluir como la lencería en el santa santorum del hogar.

¡Tal vez no se lo crean; pero en Almería no tenemos El Corte Inglés! .¡Y, creánme, está en el debate político local esta cuestión!.

Salgo a la Puerta del Sol. Me impone la visión de un joven manco de ambos brazos a la altura de los mismos hombros; va vestido con una simple camisa de nylon sin mangas de color negro ceñida al torso, que permite observar plenamente el alcance de su simétrica amputación. Con sus dientes sostiene, y a la vez menea, un gran vaso de plástico de los que se utilizan para los botellones; donde bailan al movimiento las monedas depositadas. Es un mantra metálico. Ya digo; me impresiona. Otro joven que por su fisonomía parece salido de un cuadro de El Greco, se acerca y deposita un nuevo óbolo; momento en que deja de bascularse el recipiente para permitir la dádiva fraterna.

Me voy algo apenado.

Termino esta breve excursión del día de hoy, y pienso todo lo acontecido desde que observé la extraña figura del radiador a modo de protuberancia de uno de los tabiques de mi habitación .

¡Me sigue pareciendo raro que un radiador salga de la pared!

domingo, 2 de diciembre de 2007

Caleidoscopio madrileño I.

¡Oiga, pero qué frío hace en la meseta castellana!.
Salgo con 18º de la costa mediterránea y me encuentro en Madrid con temperaturas que bajan de los 0º. Ni con el abrigo de mi difunto padre mitigo lo gélido del ambiente. Está claro que la Capital me recibe con frialdad.
El gabán de pura lana virgen tiene más de 40 años, aunque está impecable, y noto que no pasa desapercibido, debido fundamentalmente a su corte y diseño; el primero, con solapas más alargadas que el común y, el segundo, con una doble hilera en paralelo de botones que he visto en algún que otro retrato del XIX. Me pregunto si no pareceré el botones de un Hotel. Me consuelo pensando que los que me miran son todo turistas, y que yo soy una especie de castizo que está en su lugar: en el Madrid de los Austrias.
El caso es que en mi Almería no se gasta esa prenda; y resulta poco rentable, acometer la compra de una especie de tabardo fino para dos días apenas que aquí se usa. Esto es lo que yo pienso; mi madre que estaba más a la moda, no opinaba igual: ¡Hijo, qué antiguo eres!..
En el hostal que me han recomendado, el dueño me recibe mirándome las solapas; contempla el abc que llevo en la mano y al fin observa mi cara de no haber roto nunca un plato. Juraría que me sonríe con amabilidad; pero me queda la incómoda duda de si en verdad simplemente se regocija. ¡Ya me estoy empezando a molestar con las solapas!.
Mañana de trabajo. Reunión a las 09.30. Nada más entrar me quito el abrigo porque ya empiezo a considerarlo políticamente incorrecto y quiero evitar que tomen alguna medida paralela a la de represión de simbología antigua; no quiero que nadie vea las solapas, ni los botones en hilera. Turno de intervenciones. Algo de lo que he dicho le disgusta a un señor de Salamanca; le intento explicar que tal vez me he expresado mal o no me ha comprendido, y me dice que no le interrumpa cuando está en el uso de la palabra.
¡Oiga, pero qué fríos son los mesetarios!.
Hacemos un receso para que nos den el café con pastitas; aprovecho para, en privado, explicarle al charro lo que me impidió aclarar en público: Caballero; soy... y en modo alguno he pretendido quitarle el uso de la palabra; simplemente quería evitar el malentendido sobre...;porque me refería a ...... . ¡Ah!. Disculpe, me dice un poco azorado cuando ha advertido su error. Yo he pensado: ¡Sí, claro, pero el rapapolvo ya no me lo quita nadie!. Al hilo de la aclaración hasta se interesa en unos documentos creados por mí que comprende que le vendrían bien para su trabajo; no le digo nada y engullo un hojaldrito con chocolate y pienso inspirándome en Scarlett O´Hara en Lo que el viento se llevó, que jamás volveré a pasar hambre y que nunca llegarán a su poder; sin necesidad de poner a nadie por testigo de esta maldad mía.
Como el café y las pastas son gratis, hay auténtico colapso con las cafeteras; y las pastas de hojaldre con chocolate peligran. Afortunadamente logro coger otra.
¡Oiga, pero que pantagruélicos estos mesetarios!.
Terminada la reunión, comida con un colega y al hostal. Otra vez la risita del hostelero. Tengo que recordar el quitarme el abrigo al salir del ascensor, inmediatamente antes de franquear el dintel de esta hospedería. Siesta de una hora con tapones en los oídos; no es que haya ruído, es que así tengo un sueño de mejor calidad.

Por la tarde; a ver la nueva ampliación del Museo del Prado obra del arquitecto Rafael Moneo. Me cautiva sobre todo el interior de la ampliación del edificio de Villanueva; sin desdeñar la aparante simplicidad del exterior de rojo ladrillo macizo que descansa sobre granito grisáceo de donde surge una gigantesca puerta esculpida en bronce que semeja una enredadera vegetal. Pero ya digo; un interior de una sencillez majestuosa debida a una carpintería interior de bronce natural, paredes de granito, suelos de piedra de Colmenar y techos de madera de roble.

Exposición temporal sobre el siglo XIX. ¡Al fin una coincidencia con mi abrigo!.

Los pequeños naturalistas. José Jiménez Aranda (1837-1903)

La exposición temporal de los fondos del XIX es una oportunidad estética que no debemos perder. Goya, Madrazo (Federico y Raimundo), Fortuny, Aranda, Sorolla, Beruete, Gisbert, etc. El tema de los niños en la pintura me agrada sobremanera. He elegido el cuadro de Aranda de los niños observando a un escarabajo porque la escena indudablemente rememora esa actitud de fascinación de la infancia por el mundo en general; sentimiento que con el paso de los años perdemos. El pintor Aranda sufrió la terrible desgracia de la muerte de su mujer e hija; yo creo que es por esto por lo que sus retratos desbordan una gran ternura en el tratamiento de los niños.

Cierran el Museo. Me voy para el centro castizo. No encuentro oreja a la plancha. Me conformo con un vermouth de grifo, un bocadillo de calamares, unas patatas con torreznos y un trozo de tarta con café más un helado de nata. Al hostal, que yo soy ave matutina. Me quito el sobretodo en el ascensor; no está el dueño. Mañana será otro día.

¡Oiga, que me parece que he ingerido demasiado!

Continuará................